Por Rob Arteaga (*)
“¡Es que tú tienes la culpa!” ”¡Tienes que entender que así no se hacen las cosas!” Cuando estamos con nuestra pareja la emoción que con frecuencia impide que seamos felices es la ira. Lo veo en las parejas que atiendo todos los días y es algo que tengo que tratar de superar en mi propio ser.
Muchas veces por cosas pequeñas iniciamos la discusión. O bien porque dejamos abierta la tapa del inodoro o tal vez hacemos escenas de celos. Cuando no controlamos el enojo, esto nos lleva a tomar decisiones que de las que después nos arrepentimos. ¿Pero por qué nos sucede esto cuando nos enojamos? La ira cambia la manera como funciona nuestro cerebro. Esta vez vamos a examinar de qué manera que nos afecta este sentimiento y que es lo que podemos a hacer para evitarlo.
Es importante entender como cambia la función de nuestro cerebro cuando estamos enojados. Al activar este sentimiento empezamos a funcionar de una parte pequeña que se encuentra hasta atrás en nuestro cerebro y que causa que se deslicen ciertos químicos. En tiempos cuando el humano vivía entre animales esta parte del cerebro es lo que nos movilizaba a defendernos o huir para poder sobrevivir. Y cuando nos sentimos atacados por nuestra pareja, eso causa el mismo sistema se active y que nos queramos defender. Para cuando esto sucede ya estamos funcionando con la parte equivocada de nuestro cerebro. Es cuando estamos gritándole a nuestro ser querido o reclamándole con declaraciones que incluyen las palabras “nunca” o “siempre”. Al decirle a alguien “pero es que tu siempre…” o “lo que pasa es que tu nunca…” es peligroso porque empezamos a sacar los trapos viejos de hace años que solo es echarle más leña al fuego de los problemas. Cuando sacamos esos temas del pasado es muy difícil llegar a un acuerdo porque no estamos enfocados en el problema del presente si no que nos dominan los fantasmas del pasado.
Ahora es posible que uno de los dos se dé cuenta que se está alterando y que se quiera tranquilizar. Muchos de nosotros queremos despejarnos del momento retirándonos de la situación para tratar de controlarnos. Lo que pasa es que la otra persona nos sigue y en lugar de calmarnos se agrava la discusión por seguir en este estado mental. Esto solo empeora la situación porque la adrenalina todavía está trabajando en nuestro cuerpo. Este químico normalmente se tarda media hora en salir de la anatomía. Y lo que estamos buscando es que regresemos a funcionar con la parte más grande de nuestro cerebro que se encarga del razonamiento.
¡Sí podemos controlarnos!
Es mas fácil decirlo, que hacerlo. Sin embargo, es posible llegar a controlar nuestra ira. Cuando estamos en ese momento de furia lo mejor es tomar un descanso para dejar que la adrenalina se deje circular en nuestro cuerpo. Otro efecto que nos mantiene sin poder usar nuestra razón es nuestra respiración. Cuando estamos enojados la respiración es más corta, pero debemos de tratar de respirar profundo. El simple hecho de respirar nos ayuda a calmarnos y nos permite resolver nuestros conflictos con más lógica que emoción.
El control de la ira es un aspecto que tiene el potencial de afectar profundamente la felicidad en la pareja. Lo importante de aquí también es la necesidad de tomar responsabilidad por lo que está bajo nuestro control. Una frase común en mi consultorio es: “Es que él o ella hace que me enoje…” La realidad es que es una decisión nuestra el molestarnos o no, y ese es el lenguaje que tenemos que usar para poder superarlo. Si nos estamos diciendo mentalmente que el enojarse es una decisión, es mucho más difícil poner nuestra reacción bajo el control de otra persona. A final de cuentas no podemos controlar como es la otra persona, lo único que podemos controlar son nuestras propias actitudes y creencias. Es cuando cambiamos esas creencias con una estrategia como la modificación de nuestro lenguaje, que podemos crear ese sentido de dominio de nuestros sentimientos para no permitir que afecten nuestra relación.
(*) Psicoterapeuta en Houston. Visite www.3Sesiones.com